Odebrecht continúa con la construcción del proyecto, a pesar de que ha llevado adelante -conjuntamente con grandes grupos económicos de la región - un proceso caracterizado por irregularidades legales y falencias técnicas y ambientales. Los problemas de este proyecto se mantienen hasta la fecha y amenazan con graves impactos ambientales en el ecosistema de la cuenca del río Baba, y en consecuencia con el desmedro del goce de los derechos económicos, sociales y culturales de las poblaciones que viven de esta cuenca, en especial los derechos a la alimentación, al agua y la salud.
Los Estados son los responsables principales de las violaciones que suceden dentro de sus fronteras. Sin embargo, a medida que las fronteras dejan de existir para el capital y las mercancías, los Estados pierden su capacidad de incidir como actores principales en la implementación de los Derechos Humanos. En varios países, la presencia de varias transnacionales está poniendo en peligro el disfrute de los derechos más elementales de los seres humanos.
En América del Sur estamos viviendo una ola “integradora” de carácter económico y político promovida por los gobiernos de la región. En el aspecto económico, la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IRSSA), y los acuerdos sobre biocombustibles perfilan la participación de los gobiernos más industrializados y las llamadas “translatinas” como los mayores ganadores de estos procesos.
Es el momento preciso para preguntarse: ¿Bajo qué reglas de juego participan estas translatinas en el mercado sudamericano? ¿Están practicando los mismos patrones de conducta de transnacionales del norte, violatorios a los Derechos Humanos? ¿Tienen alguna responsabilidad los países de donde vienen estas translatinas en garantizar que se respeten los derechos de los pueblos donde ellas operan?